"Echale glifo que mata todo”; “Ponele un litro más de glifo y listo”. Frases similares como estas se escuchaban varios años atrás en la región pampeana a la hora de controlar las malezas. Hoy, ya eso no va más. El problema de las malezas resistentes y su posterior expansión en las principales zonas agrícolas no es nuevo para el sector. La primera en conocerse fue el yuyo colorado en 1995 que generó resistencia al grupo de las ALS. Pero sí este flagelo se hizo más notorio en los últimos 10 años y se profundizó en los últimos 5 cuando se aceleraron las resistencias.
En 2010 había solamente 4 malezas con resistencia a dos modos de acción mientras que en la actualidad suman 39 biotipos de 21 especies con resistencia a cuatro sitios de acción. Pero lo más notorio es que de este total, hay 13 especies que tienen resistencia múltiple. “Esto es lo más problemático que vemos ahora, más allá que se está ampliando la ocupación de las malezas en los lotes agrícolas”, sostuvo Eugenia Niccia, gerente de la Red de Conocimientos en Malezas Resistentes (REM) de Aapresid.
En este sentido, sostuvo que un nuevo inconveniente se asoma para los productores porque por el aumento de la presión de nuevos sitios de acción, como son los inhibidores de protoporfirinógeno oxidasa (PPO) para el control de rama negra, que está presentando fallas en aplicación.
De todas maneras, aclaró que por el momento no presenta resistencia en el país como sí ya sucedió en otros lugares del mundo. “Esto hace que se complique el manejo, aumenten los costos y aumente el impacto ambiental porque se hacen cada vez más mezclas”, dijo Niccia, quien está dando los primeros pasos como Gerente de la REM.
Pero no sólo creció la cantidad de especies resistentes sino que se expandieron por todo el territorio argentino. La REM realiza un mapeo de las malezas resistentes desde 2013 cada dos años. En aquél año y 2015 sólo mapearon zonas con presencia de los yuyos. Y en 2017 ya se hizo presencia y abundancia.
En 2013 las áreas infestadas eran las zonas productivas, como la región núcleo, pero se amplió la distribución de los hierbas por todas las zonas productivas. La rama negra sigue siendo la principal maleza, con presencia en el 99% de las 29 millones de hectáreas relevadas.
Es seguida por el yuyo Colorado, donde ocupa 20 millones de hectáreas, 8 millones de hectáreas más que el 2017. Y un escalón más, se encuentran las gramíneas, que rondan el 70/80% de la superficie relevada.
“Lo ideal es la planificación y tener en cuenta un enfoque integral para que los costos no se sigan incrementando”, manifestó.
Sobre este último punto, el jefe del Inta Las Rosas, Ricardo Pagani, le puso números. En un planteo estándar para la campaña de soja años atrás, con el glifosato a la cabeza, el costo era de 57 dólares/hectárea (barbecho largo, tratamiento de presiembra y dos tratamientos más en pos emergencia), más el costo de las aplicaciones (5,5 dólares cada una).
Y ahora, viniendo a estos tiempos, para controlar rama negra y amaranthus en soja, el costo es de 80 dólares en producto más cuatro aplicaciones. “Pero si hay problemas graves de estas malezas, seguramente haya escapes, lo que provoca costos extras de producto de entre 25 a 30 dólares. Y si están las dos, las pasadas son por separado”, especificó.
Y a este cálculo agregó que también en muchos casos se necesita control de gramíneas, que cada vez se están expandiendo más.
En este sentido, Gustavo Martini, líder del área de Agricultura de Aacrea, coincidió que es una problemática creciente desde que esto explotó hace 6 años. “Han seguido aumentando en presencia y frecuencia en lotes afectados. Y ha habido una expansión geográfica de las malezas”, relató.
Según el referente, la práctica más usada y la que sigue siendo más efectivo es el control químico. “Se han empezado a utilizar otros herbicidas que en la era del glifosato lo habíamos dejado de lado. Hubo desarrollos por parte de las empresas y muchas aprendizaje por parte de técnicos y productores para combinar herbicidas y tener un control químico, eficiente en este contexto”, sostuvo.
Y el mercado de fitosanitarios lo confirma. En 2019 fue de U$S 2.740 millones y el segmento de herbicidas representó U$S 2.062 millones, el 75% del total, según la Cámara de la Industria Argentina de Fertilizantes y Agroquímicos (CIAFA).
En esta línea, Martini aseguró que cualquier práctica de manejo no tiene 100% de eficacia, ni siquiera el control químico. ”Uno puede tener 90% de eficiencia con los químicos y se puede complementar con otra prácticas Y ahí lo que se viene desarrollando es como modificar intensificar las rotaciones hasta la inclusión de cultivos específicos de cobertura”, informó el referente de Crea.
Además, indicó que hay avances biotecnológicos para que diferentes cultivos puedan tolerar herbicidas de los cuales no eran selectivos antes. “Hay que tener presente cuando esta tecnologías resultan exitosas la gran adopción ocasiona una mayor selección de presión por lo que no duran mucho tiempo”, alertó.
Asimismo, otro desarrollo que está vanzando es la pulverización selectiva, con un aumento pronunciado en el norte del país, que ayudan a ahorrar en el uso de herbicidas con beneficios ambientales y económicos.
En lo que respecto al futuro, adelantó que hay evaluaciones para hacer control mecánico con desmalezadoras en el entre surco y equipos que aplican descarga eléctrica.
Rural – Clarín – Esteban Fuentes