Los 24 milímetros de lluvias que cayeron la semana pasada en la zona de Los Surgentes fueron el disparador que encontró Gabriel Pellizzon para decidir la siembra temprana del maíz. Con el análisis del suelo en la mano y el dato de profundidad de la napa, el paso previo a la implantación –prevista para estos días– fue preparar el lote con perfil clase uno con la incorporación de 100 unidades de nitrógeno, equivalentes a 217 kilos de urea. “Para un rendimiento de alrededor de 14 mil kilos hay que incorporar 250 unidades de nitrógeno en total. Coloqué 100 unidades previo a la siembra, 50 unidades más si el año viene bien y cuando el cultivo tenga entre cuatro y cinco hojas, y el resto lo va a tener que sacar del suelo”, sostiene Pellizzon.
Consciente de que el manejo nutricional no es el adecuado para el cultivo, “porque no incluye una estrategia de fertilización de reposición”, el productor admite que en campos alquilados la rentabilidad es muy acotada.
“Los costos te llevan de las narices. Para apuntar a esos rendimientos con una estrategia de reposición necesitaríamos incorporar 500 unidades de nitrógeno. Imposible desde lo económico”, grafica Pellizzon, que es integrante de la actual comisión directiva de Aapresid.
El plan del ciclo
Con una superficie destinada al maíz que rondará las 400 hectáreas, la planificación abarca dos momentos para el cultivo.
“Para salvar los costos en campo arrendado y ganar un 10 por ciento con las siembras tempranas, tengo que hacer 12 mil kilos de maíz por hectárea”, graficó el productor. En la zona, los alquileres agrícolas tienen un valor promedio que ronda entre los 17 y 19 quintales por hectárea.
A partir de esta ecuación, Pellizzon ya tiene definida cómo será su estrategia maicera.
Si el año transcurre entre Niña a “neutro” en materia de precipitaciones, prevé sembrar la mitad de la superficie en esta fecha y el resto lo diferirá para los primeros días de diciembre.
“Para los lotes de maíz más tardíos tenemos ahora vicia sembrada como cultivo de servicio que va a florecer y fructificar. Luego le pasaremos el rolo y sobre ella sembraremos el maíz”, describió.
Será la primera vez que el productor aplique una planificación tan defensiva para el maíz.
Por su experiencia como agricultor e ingeniero agrónomo, Pellizzon sabe las ventajas que aporta la siembra temprana en la zona, una de las mejores del mundo en cuanto a la composición orgánica de los suelos. “Hay más chances de lograr techos altos de rendimiento, pero también pisos bajos”, advierte.
En cambio, con las siembras más postergadas en el tiempo, los topes productivos bajan, pero los mínimos también son más altos. “Cuando haces maíz de primera se logran entre 12 mil a 14 mil kilos por hectárea. En cambio, con la estrategia defensiva, la productividad de las siembras a partir de diciembre oscilan entre ocho mil y 10 mil kilos por hectárea”, compara el productor, que también integra la regional de Aapresid Los Surgentes-Inriville.
Con el antecedente inmediato, que refleja que durante la última campaña el maíz aportó muy buenos rendimientos sembrado en la primera quincena de septiembre, Pellizzon confía en que se repita el escenario. Según recuerda, promediaron los 13 mil kilos por hectárea, mientras que los sembrados a finales de septiembre y primeros días de octubre aportaron entre 10 mil y 11 mil kilos,
“En los maíces tardíos, como hay menos expectativa de rendimiento, la inversión en nitrógeno es menor. No debería ser así, pero la rentabilidad obliga a eso, en especial en campos alquilados”, admite el productor.
Densidad y nutrientes
Para las siembras tempranas, el manejo que lleva a cabo no incluye ningún híbrido en especial, sino a un grupo de cuatro o cinco materiales con buena historia en los lotes.
Para Pellizzon, la genética de punta tiene el potencial para alcanzar los 18 mil kilos por hectárea. “Nosotros como agricultores somos los responsables de darle el ambiente para que se exprese”, agrega.
Al igual que la fertilización, el ajuste de la densidad va de la mano del ambiente. Para lograr los rindes objetivos, sostiene que el cultivo debe alcanzar una densidad a cosecha de entre 75 mil a 85 mil plantas por hectárea. Para lo cual la siembra debe incluir entre 80 mil y 90 mil semillas por hectárea.
Ensayos realizados por la regional de Aapresid Los Surgentes-Inriville demostraron que con hasta 100 mil plantas por hectárea los rendimientos crecen. “Siempre y cuando el ambiente ofrezca las condiciones de napa y nutrientes para expresarlo”, aclara.
Agustín Bianchini, director de Okandu, una consultora del sudeste de Córdoba que se dedica a la realización de ensayos y al asesoramiento de productores, coincide con esta visión.
“Una de las variables que más peso tiene en estad siembras es la napa. Si está entre 1,5 a dos metros de profundidad promedio la recomendación es ir a siembra temprana. Y la otra es el historial y la rotación. Si el antecesor en una soja de primera quizá tenga algo más de humedad que uno que venga de la secuencia trigo/soja”, puntualiza.
Para abonar esta recomendación, cita el trabajo a campo llevado a cabo durante varios años por Lucas Borras y la red de Aapresid. “Determinó que las variables que más peso tienen en fechas de siembra temprana de maíz son la interacción entre la densidad y el nitrógeno, la napa y las precipitaciones”, explica el asesor.
Con la humedad disponible en los suelos, las siembras tempranas se van a activar en la zona núcleo a partir del 15 de septiembre. Según observa Bianchini, habría tiempo hasta el 15 de octubre para hacer que las plantas de maíz lleguen a la floración a fines de diciembre y no en enero, cuando el estrés hídrico y térmico puede perjudicar su desarrollo.
Agrovoz – La Voz del Interior – Alejandro Rollán