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Sábado, 13 Marzo 2021 15:55

Día Internacional de la Mujer. Cuatro mujeres, cuatro historias de campo, una realidad que se transforma

La revolución femenina ganó visibilidad en todos los espacios de la sociedad durante los últimos años, pero la búsqueda de las mujeres por hacerse valorar y respetar es una lucha constante y silenciosa que rige desde siempre y que nunca descansó. Esto también sucede en el campo, un terreno que refleja el nervio mismo de los procesos argentinos. Clarín Rural recorre las historias personales de cuatro mujeres que día a día se destacan entre una mayoría de hombres muestran que nada es casualidad, y que el tiempo solo expresa lo que tiene que suceder.

Sensibilidad artística y espiritual

Julieta Lastra cuenta que hace 17 años, cuando ella decidió ir a trabajar al campo, ser mujer le daba cierta ventaja porque la mayoría de los hombres no estaban acostumbrados a negociar con una mujer, pero remarca que hoy ya es más común encontrar mujeres al frente de un emprendimiento agropecuario. “Creo que el mayor impedimento es que las familias rurales son tradicionales y tienden a que los hijos varones se ocupen del campo. Yo por suerte vengo de una familia de hombres seguros y mujeres fuertes, así que no tuve que lidiar con eso. Hoy hay muchas más mujeres en el ambiente, no solo al frente de las empresas, sino también profesionales ligadas al sector”, asegura la productora de 9 de julio, provincia de Buenos Aires, con un recorrido personal y profesional bastante particular.

Cuando terminó el colegio, Lastra estudió medicina por un tiempo y luego fue monja de clausura durante ocho años en un convento de las Carmelitas Descalzas. Después estudió Bellas Artes, se dedicó a la escultura, hizo fotografía y, finalmente, recaló en el campo familiar para convertirse en una productora agropecuaria de punta que busca la mejora constante en materia de productividad y sustentabilidad.

“El campo está en la familia desde 1879, es una pyme y soy la primera mujer al frente. En mi trabajo, el hecho de ser mujer, aporta algunas diferencias que no se si lo hacen más o menos eficiente, pero lo hacen más humano”, afirma la productora, y detalla: “A mí me importa cómo está la gente con la que trabajo, me gusta conocer sus problemas y acompañarlos en los procesos, no solo de los que trabajan dentro de la empresa sino también de aquellos con los que tengo más relación comercial. Me gusta tomarme un tiempo para escuchar y acompañar a las personas en sus situaciones. Me gusta que mis equipos de trabajo se sientan como familia”.

Lastra, quien además de dirigir la empresa agropecuaria lidera en el mismo campo un haras de caballos Silla Argentino, pertenece a la Red de Mujeres Rurales, un grupo de más de 200 mujeres ligadas a la ruralidad que surgió en el ámbito del G20 que se realizó en Argentina. “El objetivo del grupo es generar canales de diálogo, con agenda y propuestas concretas en temas sensibles como educación, desarrollo local, conectividad, medio ambiente”, comenta.

Desde los 13 arriba del tractor

La contratista Viviana Galli (48 años) nació en un campo cercano a Juan Nepomuceno Fernández, un pueblo de 3.500 habitantes que está 80 kilómetros al noroeste de Necochea.

Creció ayudando en los potreros a su padre Mario Roberto Galli (76 años), productor y contratista. “A los 13 años manejaba el tractor Deutz 55 y transportaba el sinfin para ayudar en la cosecha. También vacunaba a los animales, participaba de las yerras y andaba a caballo todo lo que podía”, contó en una entrevista con Clarín Rural.

Sabe en primera persona lo que es el compromiso con el trabajo que está en el ADN de los contratistas. “A papá lo contrataban para trabajar en el norte de la provincia de Buenos Aires y se perdió un montón de fiestas importantes”, recordó.

Como los caminos eran intransitables cuando llovía, cuando comenzó cuarto grado se quedó a vivir en el pueblo con sus abuelos Juan Ferrari -el relojero de Juan Nepomuceno Fernández- y Olga Suárez. “Lo increíble es que cuarenta años después los caminos siguen igual”, aseguró.

Al terminar el secundario se formó como docente y enseñó informática e inglés en una escuela de Nicanor Olivera, un pueblo al que todo el mundo le dice Estación La Dulce. “Trabajaba como maestra suplente en la primaria y en la secundaria y en el 2016 me quedé sin trabajo porque obligaron a los docentes titulares, que estaban en otros roles, a retomar sus cargos”, explicó.

En la encrucijada apostó por el oficio de su padre y su familia, porque su esposo Cristian Milano también es contratista. Con su hermano Fabio le pusieron un ultimátum a su padre. Le dijeron que había llegado la hora de que descanse y que ellos iban a tomar la posta. Viviana se especializó en la siembra (trigo, verdeos, pasturas y soja) y Fabio en la cosecha.

Lleva cinco años arriba del tractor y la sembradora, muchas veces durmiendo en la casilla junto a su esposo aunque tienen las empresas separadas. Sabe perfectamente que es imperativo invertir. “Los contratistas vivimos empeñados porque el productor te exige tecnología de punta y está bien. Acabo de cambiar la sembradora para que tenga paralelogramo y pueda copiar las lomas y desniveles del terreno y sembrar siempre a la misma profundidad”, destacó.

La preocupa mucho la erosión del margen de rentabilidad de los contratistas. Todos los insumos están dolarizados (fierros, repuestos y combustible) pero la tarifa se cobra en pesos. “Y con cheques a tres meses muchas veces”, contó.

También las incertidumbres de un tipo de cambio volátil y una economía que no termina de cambiar el rumbo. La escalada del dólar obligó a su marido a devolver una cosechadora y tuvieron que trabajar muy duro para recuperarse, pero siguen apostando al campo y a su comunidad. Galli es la presidente de la cooperadora del hospital municipal, integra la comisión directiva del Centro Cultural, participa de un programa de radio en Necochea y escribe columnas para un diario de la zona.

Entre tanta siembra y cosecha tienen un acuerdo familiar: estar en las fiestas importantes. “Cuando bautizamos a mi hijo Jonatan, mi marido dejó los fierros y vino. Y yo tengo la misma prioridad. También tengo claro que es preferible hacer menos hectáreas, pero hacerlas bien”, insistió.

En un laburo tan asociado a los hombres, Galli nunca sintió diferencias. “Me conocen de toda la vida y saben que sé hacer este trabajo”, concluyó.

Ordeñe, pilates, guachera y mucha paciencia

“En la guachera hay que tener paciencia”, dice Melisa Holhman (36 años). Sabe bien de lo que habla: a los 10 años ya cuidaba los terneros en los tambos en los que trabajaba su padre en Sarmiento y Providencia, en el límite norte de la cuenca lechera santafesina.

A los 15 años, mientras cursaba el secundario, empezó a cubrir algunos turnos en el tambo de los Dándolo cerca de María Luisa, otro pueblo de esta región de Santa Fe. “Mi papá falleció y con mis hermanos salimos todos a buscar trabajo para ayudar a mi mamá, Nilda Palavecino”, le contó a Clarín Rural.

Cuando terminó la secundaria, en el 2002, empezó a trabajar “full time” en este tambo, que ahora es una empresa que se llama Pampa Productiva (una sociedad entre Marcelo Dándolo y Hernán Peretti). Es la encargada de la fosa y de la guachera. “En la fosa controlo si las vacas tienen mastitis u otras enfermedades y me encargo de los antibióticos, cuando están prescriptos. En la guachera le doy la leche a los terneros más chiquitos, el calostro y administró los medicamentos que recomienda el veterinario”, explicó.

Su rutina de trabajo exige mucha disciplina y fuerza de voluntad. Se levanta a las 3 para preparar el tambo para el ordeñe, que comienza a las 3.45. “Prefiero mil veces el invierno -reconoció-, aunque hace mucho frío. Ahora es un infierno de mosquitos y no me gusta el calor”.

El primer ordeñe termina a las 7.45 y ahí se va al pueblo a hacer pilates y a tomar unos mates con su mamá. Vuelve para preparar el almuerzo que comparte con su hijo “Andy” (un adolescente de 12 años) y su marido Roberto Dufour, que es tractorista en otro campo.

A las 15 ya está preparando el segundo ordeñe y después sigue trabajando en la guachera hasta las 19.30. “Desde hace un tiempo Andy me ayuda con los terneros y está bueno”, destacó.

Holhman dice que se gana bien en el campo y que están ahorrando para construirse una casa en María Luisa, pero hay que adaptarse a los problemas de infraestructura que complican a todos los que trabajan en los lotes y los potreros.

“Cuando llueve es complicado llegar hasta el pueblo, a pesar de que son sólo dos kilómetros. Por eso, cuando se nubla Andy se va para la casa de la abuela y se queda allá para no faltar a la escuela”, contó.

Como cuando era chica, lo que más le sigue gustando de su trabajo es la guachera y la relación con los animales: “A los terneritos hay que tenerles paciencia como a los bebés, a veces no quieren comer y hay que ir de a poco”.

Entre la maternidad y la eficiencia ganadera

Siendo hija de un Ingeniero Zootecnista y de una mujer amante del campo, el destino de la tucumana Sofía Padilla estaba marcado desde el comienzo. Sus primeros años de vida transcurrieron en un campo al este de Tucumán, donde trabajaba su padre, y aunque luego se mudaron a la ciudad todas sus vacaciones transcurrían en el campo de su abuelo, entre caballos, vacas, arreos y marcadas.

Cuando tuvo que empezar a tomar decisiones, no lo dudó. Estudió Ingeniería Zootécnica en la Universidad Nacional de Tucumán, a los seis años se recibió y comenzó a trabajar como ayudante en los asesoramientos privados de su padre. “Creo que como todo recién recibido, las ganas de aprender y salir al campo eran notables, y también de capacitarme, por lo que empecé con cursos de CREA, lo que hizo que al año, cuando se forma el primer grupo CREA de ganaderos en Tucumán, me ofrecen ser la asesora junior. ¡Y como perder esa oportunidad!”, recuerda Padilla.

Luego comenta que en aquel momento, en el año 2006, solo había cuatro asesoras CREA mujeres a nivel nacional y que ella era la primera mujer en el NOA.

“Sin pensarlo mucho y solo con ganas y una motivación tremenda arranqué esta carrera en el CREA Los Algarrobos, durante cinco años, que me dio la posibilidad de crecer conociendo a productores diversos, quienes me acompañaron en mi desarrollo profesional para pasar de esa asesora junior a un poco más”.

A los 27 años la ingeniera se casó con un productor agropecuario y se instaló a vivir en el campo en la localidad de Coronel Mollinedo, departamento de Anta, Salta, una zona productiva agrícola ganadera por excelencia. “Apenas me instalo me comentan que se estaba formando un grupo CREA Ganadero, en el cual me presento y quedo como asesora del CREA Anta, rol que me dio tanto, en una zona con un gran potencial ganadero, y en un momento de crecimiento de la ganadería zonal, con inversores extranjeros y locales, e incorporación de tecnologías”, cuenta.

Mientras tanto, llegaron los hijos: Francisco (hoy de 9 años), Catalina (7 años) y Baltazar (3 años), quienes crecieron y tuvieron su infancia en el campo. “A veces la búsqueda de esa familia con el crecimiento profesional no es fácil, todos los días se busca ese equilibrio entre la vocación y el tiempo dedicado a los chicos, pero sin dudas se puede, requiere de guardar un poco de energías al llegar a la casa después de visitas a los campos con largas horas de viaje, pero la recompensa es mayor”, asegura.

Desde hace ya siete años Padilla se desempeña como coordinadora de la mesa ganadera CREA de la zona NOA y participa como representante técnica en la mesa nacional. Además, el año pasado la familia se mudó a la ciudad de Salta y Sofía se transformó en Gerenta de la Sociedad Rural salteña.

“Creo que ser mujer te da una diferencia. Por mi parte siempre me sentí muy cómoda trabajando en el ambiente agropecuario, me han dado el lugar de par, con respeto y compromiso, nunca me planteo ni me plantearon una diferencia por ser mujer. Creo que es más un prejuicio que se tiene de afuera”, dice, y agrega: “La mujer ha ido haciéndose su lugar en todos lados y el agro no es la excepción. Hace 15 años, cuando estudiaba en la facultad, éramos un 5 por ciento de mujeres; hoy son más de la mitad. Sin dudas la mujer tiene características que le permiten liderar en cualquier rol o cargo, hoy encontramos mujeres en un tractor, haciendo inseminaciones, llevando adelante empresas agropecuarias, liderando gerencias, liderando instituciones y gremiales, y creo que el hombre ha sabido adaptarse a esto sabiendo que armar equipos de trabajos diversos genera un plus”.

Rural – Clarín – Gastón Neffen y Lucas Villamil