En la campaña 2021/22, la inversión en fertilización se pagará ampliamente porque la relación de precios con los granos es favorable, lo que permite trazar estrategias para alcanzar altos rendimientos. Al respecto, vale conocer la visión de los productores agropecuarios. Sergio López vive en 9 de Julio y trabaja 2500 hectáreas arrendadas en localidades cercanas como Dudignac, Estación La Niña, Facundo Quiroga y Bacacay. Tiene equipo propio para siembra y cosecha con tecnología de última generación. Con sus hijos Tomás y Juan Francisco y tres empleados trabajan los suelos arenosos de la zona, que alcanzan niveles de 1,5 a 2,5% de materia orgánica.
El sistema de producción que emplean en los campos de terceros incluyó la soja y el maíz hasta 2015 y más recientemente viró hacia trigo-soja y soja de primera disminuyendo el maíz por las complicaciones que surgen con el manejo posterior a la cosecha. Los rindes que obtienen llegan a 5000-5500 kg/ha en soja de primera, 6000-6200 kg/ha del trigo y 2300-2400 kg/ha en soja de segunda.
El programa de fertilización de trigo busca cubrir los requerimientos del cereal y de la soja posterior. Comienza con aplicaciones de nitrógeno (del orden de 150-200kg/ha de urea) y de fósforo (habitualmente 150kg/ha de fosfato monoamónico) más 100kg/ha de una mezcla comercial que contiene azufre y calcio. Otra posibilidad es el uso directo de una mezcla que incluye nitrógeno, fósforo, azufre y zinc en gránulos. Para evitar desperdicios utilizan una barra fertilizadora que incorpora los productos en el suelo antes de la siembra.
Con este esquema de nutrición se consigue un excelente desarrollo del trigo si cuenta con suficiente humedad, sin sufrir descuentos por bajo contenido de proteína.
La soja también es objeto de aplicaciones de fósforo en julio-agosto, antes de la siembra de octubre, mediante la barra fertilizadora. Siguiendo las recomendaciones técnicas de Luis Ventimiglia, del INTA 9 de Julio, López aplica un total de 200kg/ha de fertilizante fosfatado mezclando 100kg/ha de superfosfato simple y 100Kg/ha de superfosfato triple, aunque esta proporción varía según el precio de la unidad de fósforo.
Con esta estrategia, suficiente humedad y los correspondientes controles de insectos y enfermedades, logra 4200-5000kg/ha de soja de primera.
Más allá del análisis de cada cultivo, luego de 20 años como agricultor López destaca que “el fertilizante aplicado queda en el campo” y que “con altos alquileres y tecnología de punta, es una incoherencia no dar de comer bien al suelo”.
“El proceso agrícola se puede hacer más o menos o muy bien; en el segundo caso, la fertilización es una técnica insoslayable, que se paga ampliamente”, destaca.
Un arrendatario modelo
Iván Lubatti es un arrendatario agrícola que quisieran tener muchos propietarios de campos. Trabaja 2000 hectáreas de terceros en un radio de 80 kilómetros en los departamentos de Tercero Arriba y Río Segundo, en la región central de Córdoba, con un completo programa de reposición de nutrientes en los cultivos.
Los suelos que trabaja no son los mejores -clase III y VI-, que Lubatti siembra con equipo propio de implantación y cosecha, complementado con un pulverizador contratado. En los suelos de clase III de mejor calidad, sin sal en superficie, desarrolla la clásica rotación de 33% de trigo soja, 33% de maíz y 33% de soja de primera. En los suelos de clases VI y III con sales la rotación incluye trigo, maíz, maíz y soja. Busca reducir las sales en superficie con mayor proporción de gramíneas que desarrollan cobertura y producen mejor en esas condiciones adversas.
Los rindes del trigo obtenidos por Lubatti en esa zona alcanzan los 3500-4000kg/ha si sucede a una soja de primera. Los de maíz temprano, 9500 a 10.000kg/ha, y los tardíos, 8500 kg/ha en los peores años y 10.000 kg/ha cuando se cuenta con perfiles recargados a la siembra y lluvias posteriores regulares.
En soja de primera llega a 3800-4000kg/ha en los años buenos y 3000-3200 kg/ha de los regulares. En cultivos de segunda obtiene 3500 kg/ha en campañas con buenas lluvias y cae a 2500 kg/ha en los años secos.
Las estrategias de fertilización de Lubatti incluyen la aplicación de fósforo en el 90% de la superficie cultivada, salvo en algunos lotes de soja. Los niveles del nutriente en el suelo fluctúan de 15 a 20 partes por millón, con tendencia ascendente gracias a la fertilización. La abonadura nitrogenada tiene un rol protagónico en las gramíneas.
Específicamente, el programa de fertilización de trigo comienza con la aplicación de 100kg/ha de fertilizante arrancador con nitrógeno y fósforo en la línea, complementado con zinc si el cultivo posterior es maíz o con azufre si la secuencia incluye soja. Luego, al momento de comenzar la siembra, se agrega fertilizante hasta alcanzar 100kg/ha de nitrógeno entre el fertilizante y lo disponible en el suelo, para cubrir la mayor parte de las demandas del nutriente a lo largo del ciclo del cultivo.
En el caso del maíz también empieza con un arrancador en la línea. Luego, apoyado en análisis de suelo, en presiembra se consideran las necesidades de nitrógeno para alcanzar un rinde de 12.000kg/ha en cultivos de primera y 10.000 en tardíos. En algunos casos, se divide la aplicación en dos momentos: en presiembra y estado V10-V11. En lotes de soja se aplica fósforo en la siembra para reponer lo extraído por el cultivo anterior, en mezcla con azufre y nitrógeno.
A modo de balance de la fertilización en cultivos agrícolas, Lubatti dice que “quien hace mucha soja y pocos cereales no nota grandes diferencias en el resultado de la empresa por efecto de la fertilización en suelos de mediana fertilidad. En cambio, cuando se trata de trigo y maíz, los rindes del testigo pueden tener una diferencia negativa respecto del fertilizado de entre un 40 y 50%”. Y concluye: “aunque el precio de los fertilizantes subió, los granos aumentaron más en lo que va del año, por lo que sigue habiendo una relación insumo-producto favorable, que invita a fertilizar en 2021”.
Cultivos de servicio
Para alcanzar altos rendimientos agrícolas se pueden combinar los fertilizantes con cultivos de servicio. Sandro Raspo administra un campo de 1000 hectáreas en el partido de General Villegas y otro de 3000 en Ameghino, en el oeste de Buenos Aires. En ambos desarrolla sistemas agrícola-ganaderos sobre suelos arenosos de buen almacenaje de humedad, aunque de regular a bajo contenido de fósforo (10 a 18 partes por millón). Las lluvias fluctúan de 800 a 900mm por año.
En la superficie destinada la producción de granos, Raspo la da mucha importancia a la inclusión de cultivos de cobertura en la rotación, por su efecto positivo sobre la fertilidad de los suelos y el control de malezas.
En los suelos más profundos de ambos los campos, la secuencia agrícola incluye trigo-soja de segunda, cultivo de servicio y maíz tardío. Los menos profundos se destinan a soja, cultivo de cobertura, maíz, nuevamente cultivo de servicio y soja.
Los cultivos de cobertura utilizados por Sandro son multiespecie e incluyen centeno, avena strigosa, vicia, tréboles y nabo. Siempre se fertilizan con fósforo y nitrógeno, para reponer lo consumido por el cultivo agrícola anterior, desarrollar gran producción de materia seca y lograr total cobertura de suelos, además de proveer nutrientes al cultivo siguiente. Una vez que alcanzan suficiente desarrollo se secan con herbicida o con la pasada de un rolo. Otras posibilidades son el pastoreo o la siembra en verde de maíz temprano para intensificar los planteos. Esta técnica consiste en implantar el cultivo de verano con el de servicio aún verde, lo que asegura continuidad de raíces vivas y vida en el suelo, al tiempo que adelanta la fecha de siembra.En lo referido específicamente a la nutrición del cultivo de trigo, antes de la siembra Raspo repone el fósforo consumido por el cultivo anterior. Posteriormente aplica 100Kg/ha de fertilizante nitrogenado y luego, durante la implantación, concreta otra aplicación de fósforo en la línea de siembra. Cuando el cultivo llega la hoja bandera, se evalúa si se debe complementar la fertilización nitrogenada. Con esa estrategia de nutrición, Raspo apunta a rindes de 5000-6000Kg/ha de trigo y a potenciar los de la soja de segunda.
La fertilización de maíz tiene semejanzas con la del trigo. Se repone el fósforo consumido por el cultivo anterior en otoño; luego se aplican 100Kg/ha de urea en agosto y se agregan 100kg/ha de la mezcla fosforada en la línea de siembra. Posteriormente, se mide el contenido de nitrógeno con el Green seeker a los estados de cuatro y ocho hojas, y se completa la fertilización nitrogenada con producto líquido se resulta necesaria. Con esta nutrición, Raspo aspira cada 10.000-11.000kg/ha en maíces tempranos y a 8000-10000 en tardíos.
La producción de carne se desarrolla sobre pasturas que se fertilizan todos los años con 150-200kg.
ha de una mezcla que tiene fósforo como fertilizante principal, al que se agregan azufre y calcio. La fertilización inicial y la refertilización anual con estos nutrientes desarrolla un círculo virtuoso con las forrajeras que permite un mejor enraizamiento y aumenta la porosidad del suelo, aspectos que generan excelentes condiciones productivas para el cultivo agrícola posterior.
A modo de síntesis, Raspo resalta que “además de los mayores rindes que proporciona la fertilización de cultivos y pasturas, en los campos logra mayor estabilidad en la producción a lo largo de los años, con menor incidencia de los déficits de humedad en los resultados”.
Campo – La Nación – Carlos Marin Moreno