Como el preliminarista que aspira subirse al ring en la pelea principal; o como el jugador de reserva que hace todo para, algún día, jugar en primera, así también el girasol, a la sombra ¿a la sombra? del maíz y la soja, ha ido forjando destino con genética, manejo eficiente, tecnología de insumos y hoy tiene un presente de muy buenos precios, demanda mundial sostenida y se juega las cartas para que esta, sí, sea su campaña. El sueño quedó trunco el año pasado cuando la falta de agua en un momento clave cortó de cuajo las expectativas. La demanda de semillas de girasol ya puso primera y ese movimiento siempre es el preludio de lo que puede suceder al final del ciclo, aunque, bien se sabe (como sucedió en 2020/21), que los porotos se cuentan cuando están en el bolsillo. Después de una campaña que ilusionó y desilusionó, en 2021/22, toda la cadena girasolera augura un muy buen año. Y tienen con qué: hay precio, hay humedad, hay genética para lograr cantidad y calidad, y, no es menor, las palomas han dejado de ser una amenaza.
Para configurar el panorama, de dónde viene y hacia dónde va el girasol, Clarín Rural convocó a productores y un analista de mercados que ofrecieron un panorama sobre las expectativas de un cultivo que, después de caer estrepitosamente en 2014/15, hace seis campañas que crece en superficie y producción a razón de 5% por año y aún no ha encontrado su techo.
“Venimos de una campaña que pintaba muy bien, para alcanzar los 2 millones de hectáreas (M/ha), con una producción altísima pero el clima nos jugó una mala pasada, y hubiera sido espectacular porque hubiéramos agarrado muy buenos precios con alta producción, algo inusual, pero que se dio por la caída de producción en el hemisferio norte (N de la R: la producción mundial cayó 11,5%, se perdieron 5,5 Mt de las 55 Mt estimadas)”, contó el productor de la zona de Pehuajó y presidente de la Asociación Argentina de Girasol (ASAGIR), Juan Martín Salas.
De hecho, la última campaña, esa que aludió Salas, fue la de menor área de los últimos años con 1,3 M/ha. “En el norte de Santa Fe, Santiago del Estero y Chaco no se pudieron sembrar 400.000 hectáreas el año pasado, se sembraron apenas 240.000 ha, un tercio de lo que se había sembrado dos campañas atrás”, lamentó el consultor y analista del mercado de granos, Jorge Ingaramo. Y agregó: “Se obtuvieron 2,7 Mt que se comercializaron rapidísimo porque los precios habían volado en el mundo, con la mayor parte de las ventas en 450 dólares más la bonificación por aceite”.
“Faltó mucha agua en enero-febrero, por eso las siembras tempranas, que acá -zona serrana del sudeste bonaerense- son en octubre tuvieron rindes magros de apenas 2000 kg/ha cuando la zona puede aspirar a 2500-3000, lotes bien planteados y fertilizados se quedaron esperando las lluvias que nunca llegaron”, contó Tomás Pérez Marino, gerente del establecimiento “El Bonete”, de Bellamar Estancias.
Pérez Marino recordó que, a pesar del evento de 2020/21, el girasol ha demostrado que con pocas lluvias se defiende mejor que, por ejemplo, la soja. “Para nosotros es importante en las rotaciones, es buen antecesor para la fina porque se cosecha antes, nos da una seguridad que no tenemos con la soja porque el periodo crítico cae en diciembre-enero cuando generalmente hay lluvias, salvo la campaña pasada, a diferencia de la soja que se sitúa en febrero-marzo, cuando usualmente falta agua”, destacó Pérez Marino.
“Para nosotros, en Chaco, es el cultivo más importante después de la soja, y en un 60% se hace en convencional y te digo esto porque ya se ven los lotes preparados, con 45-60 días libres juntando agua, esperando la siembra y, en algunas zonas, algo más de agua”, contó el asesor y productor chaqueño Mariano González. Quien, sin embargo, advirtió: “Si hay semillas suficientes, y digo esto porque por ahora es una incertidumbre, creo que podrían llegar a sembrarse 400.000 hectáreas”.
Todo un desafío tratando de emular las 460.000 hectáreas de 2011/12, un año donde sobró agua y todos se volcaron al girasol, y pensando que la media es de 220.000 hectáreas, que el año pasado producto de la sequía cayó a alrededor de 110.000 hectáreas.
Lo que viene
“Para la campaña 2021/22, la idea es mantener o aumentar apenas la superficie del año pasado en el sudeste, donde ya estamos casi al límite, pero la novedad es que la empresa va a retomar este año el girasol en Villa Valeria, sur de Córdoba, que había suspendido por el tema de palomas”, contó Pérez Marino. Vale recordar que muchos productores tuvieron que dejar de sembrar girasol porque tenían cuantiosas pérdidas por daños con cotorras y palomas. Algo que desde hace unas campañas ha mermado.
“La expectativa está, falta que empiece a llover en algunos lugares porque a los dos metros hemos medido 30 mm de agua útil, mientras que en otros vimos 85 a 130 mm de agua útil”, contó González.
“Es una campaña de furor la que se viene para el girasol, hay demanda de semillas, mucha gente está entrando como productores y como proveedores”, alentó Ingaramo. Y apuntó: “Hay que sembrar más, ese es el camino, porque mercado hay”.
Ajustes en el lote
Durante varios años el girasol veía como se “arropaba” a sus “colegas de época”, la soja y el maíz, mientras él quedaba relegado. Los últimos años, esa ecuación se ha ido compensando. “Hasta hace unos años, el girasol se sembraba sólo en los campos costeros, donde era más estable, pero los últimos años fue recuperando hectáreas en otros campos más serranos con tecnología y uso variable de insumos”, contó Pérez Marino. Y agregó: “A partir de una experiencia que ya hacemos hace tres años, pudimos ver que en girasol a veces las decisiones se toman pensando en manejos antiguos, que no aplican a los híbridos que tenemos y muchas veces nos quedábamos cortos penalizando el potencial productivo”.
“La sensación es que la nueva genética de semillas rompió los techos habituales que estábamos acostumbrados y, por ejemplo, en mi zona, el oeste de Buenos Aires, los rendimientos que hoy son el piso antes eran el techo”, aportó Salas.
El segundo tema que destacó el presidente de ASAGIR es que “en el norte se han ido difundiendo más ajustes tecnológicos, con adopción de híbridos de punta, limpieza del lote, ajuste de densidades y todo esto ha ido estabilizando los rindes”. En una misma línea de adopción tecnológica, González apuntó que “en el norte ya no se usa cualquier híbrido, son CL o alto oleicos, materiales de punta”.
Finalmente, “un factor que no manejamos que estamos tratando de investigar”, el tema de las palomas y las cotorras que ha puesto en jaque a muchos productores que directamente tuvieron que dejar de sembrar girasol porque las aves les “comían el rinde”. “No sabemos por qué, pero en 2015 empezó a bajar la incidencia de esta plaga, estamos trabajando con INTA para determinar qué factores determinan que aparezcan o no, pero hoy, por suerte, no es el problema que supo ser”.
Desafíos
“Los últimos 10 años el consumo mundial de aceite de girasol subió 5% anual acumulativo y las exportaciones subieron 9,5% anual, es un mercado espectacular, no hay otro commodity que haya tenido un mercado similar y en gran parte se debe a la incorporación de Medio Oriente, China e India como consumidores de este aceite, que antes casi no usaban”, explicó Ingaramo. Según el analista, ese incremento significa una demanda extra por año de 1,1 M/ha adicionales a las 30 M/ha sembradas en el mundo.
“Soy tremendamente optimista, porque Ucrania ya no tiene margen para seguir creciendo ni en área ni en rindes, por eso hay pocos que puedan abastecer ese incremento de demanda, quizás algo Rusia, pero de ninguna manera puede sembrar ese millón de hectáreas por año y Argentina es el único proveedor del hemisferio sur”, enfatizó Ingaramo. Y agregó: “Mi cálculo hecho sobre la base del año 2019 cuando el negocio de exportación del complejo girasol era de 935 millones de dólares, es que para 2025 deberíamos llegar a los 2000 USD/millones, usando los precios de 2019, que eran infinitamente bajos comparados con los actuales… usando los actuales estaríamos hablando de 3000 USD/millones”.
“Además, -aportó Salas- no tememos amenazas de nuevos hábitos de consumo, todo lo contrario, porque el aceite de girasol está asociado a una alimentación sana”.
Entre las preocupaciones, Salas apuntó la prohibición de realizar aplicaciones aéreas en algunos municipios. “Para el control de las únicas dos plagas fundamentales del girasol en Argentina, que son la isoca medidora y la gata peluda, hay que hacer aeroaplicaciones por lo menos 2 de cada 3 años, no tenemos OGMs para combatirlas, por eso, el avión es fundamental, no hay otra forma”, lamentó Salas.
“En el campo, el productor adopta rápidamente todo lo que funciona y genética hay, para mí, el desafío principal es sentir que estamos todos adentro de la cadena, y tenemos un tema que es que somos tomadores de precios y hay un mercado mundial indirecto, a través de los aceites, entonces, hay una caja negra que genera desconfianza”, aportó Salas, para quien el girasol ha ido ganando su lugar dentro de la diversificación de la agricultura.
“Fuimos dueños del mercado mundial de girasol”
“A fines de los años 90 Argentina era dueña del mercado mundial de girasol con el 50% de las exportaciones de aceites”, espetó, casi con un dejo de tristeza, el analista del mercado de granos y asesor económico de ASAGIR, Jorge Ingaramo. Actualmente, el mercado lo lidera Ucrania con el 55% (pasó de no sembrar nada a tener 6 M/ha), Rusia 27%, Turquía 8% y recién en el cuarto lugar aparece Argentina con 6%.
“La caída se dio porque a fines de 90 y principio de 2000 hubo una súper producción de casi 7 Mt de girasol en Argentina que generó un derrumbe de precios, e hizo que en las campañas subsiguientes los productores dejaran de sembrarlo”, recordó Ingaramo. Y agregó: “Después se dio una recuperación hasta que llegó hasta las 2,5 M/ha en 2006/07 contra 4 M/ha que había en 1998/99, pero las retenciones impuestas en 2007 (del 32% para granos y 30% para aceite) generaron otro derrumbe de 8 años”.
Rural – Clarín – Juan I. Martínez Dodda