La sensación es la de estar navegando en un mar dorado, capitaneando un potente buque en el que la estela no se aleja desde la popa sino que ingresa a toda velocidad en el corazón mismo de la máquina. Así se siente comandar la cosechadora más potente del mercado en plena trilla de un lote de trigo de 7.500 kilos por hectárea, en la localidad bonaerense de Suipacha. Afuera el termómetro marca más de 30 grados pero en la cabina de la CR 10.90 de New Holland hay agradables 24. Al entrar me senté en el asiento principal, acomodé el volante a mi gusto y, siguiendo las instrucciones del técnico de la compañía, embragué primero el motor de la parte industrial y luego la sección de trilla. El cabezal de trece metros y medio empezó a girar y con un solo botón lo coloqué al ras del suelo para entrar en el lote. Aceleré suavemente con un joystick, como si estuviese jugando a la play station, y enfilé.
Una vez adentro del trigo apreté un pedal para accionar la guía automática, entonces el monitor de mi derecha me mostró cómo la máquina se alineaba con la línea de trilla que tenía marcada por guía satelital para hacer más eficiente la tarea y no dejar ni una planta en el camino. El mismo monitor me indica el rendimiento que estoy obteniendo, que por momentos toca los 8.000 kilos, y me avisa si hay algún desperfecto.
Por ahora está todo bien, así que me relajo y observo cómo entra el chorro de espigas justo por debajo de la cabina. Podría acelerar hasta los 17 kilómetros por hora pero Diego Maccari, el técnico que me acompaña, me recomienda que no sobrepase los 6 kilómetros por hora porque estamos levantando un trigo de alto rendimiento y no es cuestión de aumentar las pérdidas por cola. “Por lo general se calcula que unos 40 kilos por hectárea quedan en el camino, pero a más velocidad y a mayor volumen cosechado, esa cifra crece”, dice Maccari. A Julián Muguerza, responsable de que ese trigo esté completando una gran campaña, no le gustaría perder rinde por mi apuro. Así que a respirar profundo y disfrutar de la amplia visión desde la cabina.
“Llovió poco pero hubo dos precipitaciones en momentos clave que me permitieron darle al trigo todo lo que necesitaba. Sembramos el 10 de julio y le pusimos suficiente fertilización, micronutrientes, fosfitos…”, me contará Muguerza después, y agregará que además de esos campos bonaerenses trabaja también en el sur de Córdoba, donde no tuvo la misma suerte: los rindes fueron de apenas 1.500 kilos por hectárea. Ese es, según la Bolsa de Comercio de Rosario, el rendimiento promedio del trigo en esa provincia en la actual campaña, y es el peor de las últimas dos décadas.
Pero para esquivar la depresión volvamos al eje triguero bonaerense, donde lotes como el que estoy levantando permiten sostener una estimación a nivel nacional de 16,5 millones de toneladas. El piso está firme, ideal para la tarea, pero no sería problema si hubiese algún que otro charco. La semana pasada la misma máquina estuvo trillando en Santiago del Estero unos lotes bien blandos, con barro, pero como cuenta con un sistema de orugas que le otorga mayor flotación, lo pudo hacer sin contratiempos.
“La geometría de la cinta transportadora de la oruga, con sus 4 rodillos articulados, permite menos compactación del suelo y mayor comodidad del operador mientras se mantiene la tracción de la máquina incluso en condiciones difíciles”, especifican desde la compañía, y agregan: “La cosechadora CR 10.90, primera clase 10 en Argentina, es de origen belga y cuenta con un motor FPT Industrial Cursor 16 de 700 CV de potencia máxima. Además, posee una cabina Harvest Suite Ultra Cab de 3,7 metros cúbicos de volumen y un área vidriada de 6,3 metros cuadrados que permite la mejor visibilidad. Cuenta con doble rotor, una característica en la que New Holland Agriculture es pionera y que permite realizar una separación centrífuga en toda su longitud, grano a grano, con una trilla eficiente y un excelente resultado continuo”.
Gabriel Tronchoni, Gerente de Marketing de New Holland para Argentina, comenta que se trajeron siete máquinas al país, se presentaron en la última Expoagro -justo antes de la cuarentena- y se vendieron todas enseguida. “Por lo general quienes primero incorporan estas tecnologías son los contratistas, y tal vez alguna empresa agrícola muy grande. Pero el actor clave son los contratistas”, dice, y agrega que además de las siete que ya se vendieron había veinte pedidos hechos, pero aun no pudieron ser cumplidos por las restricciones que impone el contexto. “Un factor fundamental para que lleguen estas máquinas al productor es el financiamiento, por eso nosotros ofrecemos las facilidades para que se pueda pagar en cuatro años, haciendo desembolsos en cada cosecha”, explica Tronchoni.
La máquina puede almacenar en su tanque hasta 14.500 litros de granos. Tras varias pasadas, el monitor me avisa que la cosechadora ya está casi llena, asi que le avisamos al tolvero para que se ponga a la par y con un par de botones del joystick despliego el tubo y empiezo a descargar los granos en la tolva a una velocidad de 142 litros por segundo. De esa manera, en pocos minutos al comienzo de la campaña 2020/21 me aseguro de hacer mi aporte para el complejo agroindustrial, que es un poco más que un granito de arena.
Rural – Clarín – Lucas Villamil