En la zona de San Andrés de Giles, plena Pampa Ondulada pero lejos de la zona núcleo, una familia hace agricultura de manera exitosa valiéndose de una alquimia especial de habilidades, como la asignación inteligente de cada recurso, la constancia en el trabajo de equipo y el fuerte compromiso en la tarea de cada uno de sus integrantes. “Aplicamos tecnología moderna que nos cambia la manera de trabajar” afirma Gustavo Miroglio, el tractor del grupo, quien desde 1983 se dedica de lleno a las tareas de la producción.
“Como siempre hemos sido muy inquietos hurgando entre lo posible para renovar ideas y procesos, en 1987 transformamos la primera sembradora convencional en una máquina para siembra directa. Una Migra de cinco surcos a la que le trabamos los cuerpos y sembramos las 2 primeras hectáreas en directa. En esa época la directa acá en la zona no existía. Era muy extraño ver ese modo de siembra jamás pensada en los alrededores”, explica Gustavo.
Pero para encontrar el origen de la empresa familiar es necesario remontarse al año 1969, cuando el papá de Gustavo inició su granja avícola con muy pocos pollos. El trabajo comenzó totalmente en familia: Rubens (padre de Gustavo) junto con su esposa Marta, su cuñada Raquel y sus dos hijos, Adrián y Gustavo. Los mayores eran docentes y los niños alumnos de primaria, y a la mañana todos iban a la escuela por sus actividades. A la tarde, construían ese sueño familiar en la granja, cada uno poniendo todas sus fuerzas y dedicación.
“Operando la granja fuimos creciendo hasta que en 1983 comenzamos la actividad agrícola con las primeras hectáreas. Obviamente en labranza convencional, con tractores muy antiguos, con un Fahr 66 modelo 68 y herramientas muy elementales”, recuerda Gustavo.
“Siempre muy atraídos por los cultivos y sus alternativas de manejo, asistimos a numerosos cursos y fui socio de Aapresid muchos años, desde el año 1985 cuando éramos muy pocos en la Asociación. Y ya en el año 1986 nos casamos con Alejandra, mi compañera leal de toda la vida, conformamos la familia con cuatro hijos y la nueva generación fue creciendo y viviendo cada momento siempre unidos, acompañando con mucha fuerza y empuje en la tarea agrícola”, cuenta.
El desarrollo fue el resultado de constantes pruebas y correcciones. Y un ejemplo fue aquella soja en directa inédita de la zona. Con mucha incertidumbre y sin los herbicidas necesarios, cuando se escardillaba, se aporcaba y se hacía todo tipo de movimientos de suelo.
“Si bien nos consideramos privilegiados por una ubicación cercana a puertos y a la gran ciudad, carecemos de suelos homogéneos. Desde el punto de vista agronómico rotamos los cultivos en una secuencia próxima al 33 por ciento de cada cultivo -trigo, soja y maíz- buscando la sostenibilidad de toda nuestra actividad”, detalla Miroglio.
Otra innovación que incorporaron de manera temprana en la zona fue la soja RR (resistente a glifosato) en 1996. “Al siguiente año, debido a las relaciones desarrolladas con fabricantes de maquinaria, me invitan a una vista a Sudáfrica. El objeto era revisar unos cabezales maiceros con sinfines en lugar de cadenas acarreadoras para ver si convenía producirlos en Argentina, proyecto que quedó en carpeta ya que los desarrollos nacionales eran más efectivos”, recuerda el hombre.
Pero en aquella visita encontró trigos sembrados a 40 centímetros entre hileras, con una densidad de siembra de 30 kg/ha y con plantas de 30 macollos. Y también maíces a 2,20 m de distancia entre líneas, con 20 a 25 mil plantas por ha, con macollos fértiles y más de 10 espigas por planta de maíz. “Partiendo de un kilo de semilla, a los cinco años cosechamos 700 toneladas de trigo de origen sudafricano. En cada cosecha estábamos a la par de la mejor variedad de la época con rindes de 5000 kg/ha, sin los fungicidas que tenemos en la actualidad”, recuerda Gustavo, y agrega que también sembró maíz blanco de Pannar con 1,40 m entre hileras y 37000 plantas a cosecha. “Nos anticipamos a la llegada a nuestro país de aquel semillero y sacamos ventaja del 5% en rinde a los materiales de punta”.
A medida que pasaron los años, los hijos Gustavo y Aquiles fueron sumándose a la actividad en la parte de producción. Por su parte Antonela, veterinaria de profesión, empuja en la administración. Igual que Catalina, pronta a licenciarse en Administración de Empresas. Alejandra, esposa y madre, brinda la contención fundamental del grupo familiar.
La nueva generación empuja fuerte para encarar cosas nuevas como la incorporación de una cosechadora Case HI 9230 y una Claas 760. “Estos equipos nos dieron capacidad de trabajo y agilidad -señala Gustavo-. En siembra sumamos una air drill Tanzi de 18,30 m de ancho de trabajo y 14.000 kg de capacidad de tolva con una autonomía muy importante. Y en tractores la flota es Pauny con las prestaciones para operar los equipos de siembra y cosecha sin restricciones”.
Recientemente se agregó a la flota un draper MacDon de 45 pies, con el que Aquiles logra excelente productividad recolectando hasta 11 ha/h, con condiciones de cultivo ideales y pérdidas del 1%. “Hoy trabajamos 7.500 hectáreas alrededor de San Andrés de Giles. Realizamos fertilización de acuerdo a medición de suelos y de índice verde para lograr la mayor respuesta a la nutrición aplicada”, dice el productor. Y para finalizar remarca: “Todos los días los integrantes de la empresa, empleados y grupo familiar, trabajan mancomunadamente en pos de conseguir nuevos logros. Apostamos a seguir en ese camino porque creemos en nuestra Argentina, que tiene todas las condiciones para producir alimentos, para más de 400 millones de personas. El productor argentino es absolutamente reconocido en el mundo por su eficiencia productiva”.
Rural – Clarín – Juan B. Raggio