El sector agropecuario está reconfigurando y repensando su futuro desde hace un tiempo, pero en el marco de la pandemia donde todos los actores económicos se replantean qué lugar ocupar y qué camino seguir tomó protagonismo la bioeconomía. Durante el segundo encuentro del Ciclo “Bioeconomía: la salida de la crisis con sustentabilidad”, organizado por la fundación La Usina Social, que hizo eje sobre la sustentabilidad en el primer eslabón de la cadena, se debatió vía Zoom algunos lineamientos a seguir tanto desde el ámbito público como privado. La charla que contó con el apoyo del Inta, la Universidad Nacional de Rosario (UNR), la Universidad Nacional del Litoral (UNL), la Universidad Nacional Noroeste Buenos Aires (Unnoba), la Universidad Nacional de Mar del Plata y la Academia Ciencias Médicas de Santa Fe, habló sobre los retos del sector agroindustrial.
El ingeniero agrónomo y doctor en ciencias agropecuarias, Federico Bert, destacó que “la agroindustria global y Argentina previamente a la pandemia que sacude al mundo ya estaban en un proceso de transformación muy fuerte en el cual se están redefiniendo cómo se hacen las cosas y qué hace la agroindustria”.
“En el planeta somos cada vez más, la demanda es cada vez mayor y el tipo de alimentos que se demanda es distinto, y hay una demanda fuerte para que los procesos de producción no impacten ni en la salud ni en el ambiente”, detalló el director del área de Investigación y Desarrollo de Crea.
Bert destacó tres ejes que marcan el proceso que está aconteciendo. En primer lugar, mencionó lo ambiental. “Hay una necesidad imperiosa de producir más impactando menos. El sector agropecuario tiene parte que ver con el cambio climático pero a su vez el cambio en el clima impacta en primera instancia a la producción agropecuario, surge la necesidad de adaptar los sistemas de producción para que se minimice el impacto sobre el ambiente y que los sistemas de producción sean menos sensibles a los cambios en el ambiente”, señaló el investigador del Conicet.
El segundo eje tiene que ver con la tecnología que tiene como fin producir con más eficiencia y menos impacto. “Hay una gran oferta de tecnología pero la adopción es muy baja en relación a todo lo disponible. Algo tiene que ver con que las nuevas tecnologías suponen desafíos para el productor, muchos no son nativos digitales y hace falta un proceso de aprendizaje. Además, mucha de esa tecnología se origina de la mano de pequeños productores. La matriz de desarrollo tecnológico está cambiando”, detalló Bert.
El tercer eje, dijo, tiene que ver con la industrialización. “Hablamos de la posibilidad de que el productor genere nuevos productos, que antes no podía generar, que explote nuevos canales de comercialización apoyado sobre la tecnología, que se integre más fácilmente en cadenas agroindustriales globales”, resaltó.
Bert hizo una distinción entre “un agro que soñamos y lo que hoy tenemos” y recordó algunos datos del censo agropecuario 2018 en los que se destaca que sólo el 10% de las explotaciones agropecuarias tiene algún tipo de transformación, y son elementales.
El potencial
Respecto al tercer eje de generar nuevos productos, canales comerciales, dijo que está bastante limitado. “El censo dice que hay sólo 60% de explotaciones agropecuarias que tiene algún tipo de gestión, 44% tiene un registro de producción, 34% usa computadora, 35% tiene algún tipo de asesoramiento externo. Eso nos pinta una realidad en la cual hay mucho margen de mejora en relación a las capacidades para captar todos los elementos que aparecen hoy para transformar un agro más competitivo con menos impacto en el ambiente”, detalló al tiempo que destacó que “no es posible pensar en el agro del futuro sin nuevos esquemas organizacionales, muchos desafíos del agro del futuro no son posibles con los esquemas actuales”.
El economista Ramiro Costa, subdirector ejecutivo de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, destacó el avance de una visión compartida sobre el camino que tiene que seguir la producción agroalimentaria y remarcó el rol el conocimiento para impactar en la producción.
“En la bioeconomía un conjunto de sectores utilizan procesos y recursos biológicos para la producción de bienes y servicios en sectores tradicionales como la agricultura, ganadería, forestal, pesca y acuicultura, industria alimenticia pero el desafío que tenemos es pensar este enfoque en los nuevos sectores como la industria química, farmacéutica, cosmética, pulpa y papel, textil, energía”, señaló el consultor de la Cepal y FAO.
Costa remarcó el camino recorrido en Argentina en donde los recursos naturales están pensados desde el punto de vista de la sostenibilidad, bajo un esquema de buenas prácticas agropecuarias y la producción agropecuaria aprovecha la biomasa disponible, para un aumento de productividad y valor de producción agropecuaria, salud animal pero, dijo, hay un gran lugar para “agroindustria y energía, diversificación en calidad y trazabilidad, producción forestoindustrial, ampliación del share en la matriz energética argentina, luego salud humana, medicamentos, kits de diagnóstico, terapia génica”. En ese sentido, remarcó “todo permite pensar un desarrollo distinto” y por eso instó a “pensar en los modelos de negocios para una nueva matriz productiva”.
“Hay fuerzas inductoras que nos empujan, demanda social por comportamientos más responsables y comprometidos con la sustentabilidad, oportunidades no aprovechadas en sectores tradicionales, agricultura, ganaderías, pesca. Hay avances en ciencia y tecnología que amplían las posibilidades y tenemos que ver como insertar nuestra agroindustria en esta nueva visión, cuál es esa matriz puede hacer de esto una realidad”, destacó el subdirector ejecutivo de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.
Costa detalló algunos ejemplos y mencionó producciones agropecuarias con consorciadas eficientes, sistemas integrados de producción, recuperación y bioremediación de suelos, energía en base a biomasa rural, energía en base a desperdicios urbanos, intensificación agrícola sustentable, producciones alimentarias en grandes series, producción verticales, producción de bioinsumos y biomateriales. “Toda una serie de modelos de negocios que desde la Bolsa intentamos generar una masa crítica para construir esa visión que nos permita acceder a esta realidad”, indicó.
El economista de la entidad porteña destacó “las oportunidades que ofrecen la bioeconomía” y resaltó que “los países de América latina tienen los atributos para convertirse en actores relevantes, potenciar el rol de las nuevas tecnologías y el desarrollo de capacidades industriales” aunque reconoció que “deben superarse cuellos de botella y desafíos regulatorios, promover adecuada vinculación del sector público y privado, cuestiones de fundamental importancia”.
Pilu Giaudo, productora agropecuaria y presidenta honoraria de Aapresid, detalló los retos para la agricultura frente a “una demanda creciente de cantidad y calidad de producción con superficie cultivable escasa, y la exigencia para que se haga con menor impacto ambiental, que se reduzca el uso de combustible fósil y se favorezca a la mitigación del cambio climático”.
“Estos retos a la agricultura argentina no es que nos tiene sin cuidado, sabemos que el conocimiento es clave para poder afrontarlo y también tenemos en nuestras espaldas que el 30% de lo que producimos se desecha, argentina no escapa a esta norma a nivel global. El camino de trabajar juntos, ciencia y experiencia, nos da la posibilidad de recorrer el camino de la sustentabilidad encontrando en la bioeconomía la posibilidad transformar toda la biomasa, primero maximizar la producción de biomasa y después transformarla en diferentes productos”, reseñó.
La ingeniera agrónoma especializada en agronegocios apuntó que hoy el país se encuentra frente a una economía circular con la posibilidad de minimizar la disponibilidad de desechos, en el camino del reciclaje para ser cada vez más eficiente, pero reconoció que se necesita una planificación del territorio más exhaustiva para el uso correcto de la producción y el diseño de las urbanizaciones, redes viales y el manejo de la cuenca hídrica.
“La siembra directa busca todo el tiempo mejores alternativas en los que producción y ambiente vayan de la mano con el correcto desarrollo junto a la comunidad social. En el camino, la intensificación sustentable, la posibilidad de tener cultivos verdes a lo largo de todo el año, de tener mayor y mejor diversidad, la integración de los sistemas productivos, como pueden ser diferentes clases de ganadería y de esta manera poder encontrar la posibilidad de dar respuesta al famoso mandato de producir más con menos”, indicó Giraudo al tiempo que también apuntó a la importancia de “imitar a la naturaleza, ir dejando la utilización de productos de síntesis química para dar lugar y utilizar al máximo todas las variables de la naturaleza para maximizar la producción de biomasa que nos hace capturar el dióxido de carbono, transformándolo, y guardar el carbono en el suelo”.
La también miembro de la red Mujeres Rurales instó a recorrer un “camino superador” y propuso que primero la biomasa, el carbono, tenga como destino lo que se produce, los alimentos, pero también que pueda ser alimento para el ganado, producción de bioenergía, producción de biomateriales para la construcción y biofármacos. “Hay muchísimas posibilidades de transformación, que brinda la posibilidad de cambiar el mapa productivo en Argentina, de llevar el desarrollo a cada región, generar nichos productivos en cada rincón del país, con el aporte del entramado de instituciones públicos y privado que tenemos y con las herramientas de informática y comunicación disponibles”, puntualizó.
Giraudo pidió “un paquete de políticas públicas que acompañen esta visión” e instó a “trabajar todos juntos” ya que “la bioeconomía empuja a una disrupción total y dar un vuelco profundo”. En ese sentido, destacó: “Tenemos la posibilidad de ganar todos”.
La productora ganadera Patricia Gorza, quien además es delegada de la Federación de Asociaciones de Centros Educativos para la Producción Total (Facept), también aportó su mirada y dejó sobre la mesa de debate muchos interrogantes abiertos.
“Me surgen un montón de dudas e interrogantes. Hay 7.700 millones de habitantes y producimos para 11 mil millones, pero algo está fallando porque no solucionamos el tema del hambre. Encuentro que este sistema de la bioeconomía viene a ser tan importante que no estamos teniendo la real dimensión, se vienen cambios como ocurrieron en la era industrial, esto es lo mismo. El cambio que plantea este sistema no sólo es productivo sino cultural, cambia la manera de producir y de consumir, de quienes van a ser los actores que van a llevar adelante este proceso. A veces limitamos este debate a cuestiones netamente productivas cuando es algo mucho más importante”, expuso Gorza.
En rigor, apuntó a “tener conciencia plena de que este cambio viene”, de poner sobre una mesa amplia el tema ya que la bioeconomía atraviesa todas las áreas de la sociedad. Se manifestó en este sentido y dijo: “Si no logramos consensos terminaremos cometiendo muchísimos errores, y esos errores son personas, es pobreza, marginalidad”.
Agroclave – La Capital (Rosario) – Patricia Martino